domingo, abril 26, 2009

Alta Traicción - José Emilio Pacheco

No amo mi Patria. Su fulgor abstracto / es inasible. 
Pero (aunque suene mal) daría la vida / por diez lugares suyos, cierta gente, / puertos, bosques de pinos, fortalezas, / una ciudad deshecha, gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / (y tres o cuatro ríos). 

Enemigo Intimo - Antonio Gala

Hay tardes en que todo / huele a enebro quemado / y a tierra prometida. / Tardes en que está cerca el mar y se oye / la voz que dice: "Ven". / Pero algo nos retiene todavía / junto a los otros: el amor, el verbo / transitivo, con su pequeña garra / de lobezno o su esperanza apenas. / No ha llegado el momento. La partida / no puede improvisarse, porque sólo / al final de una savia prolongada, / de una pausada sangre, / brota la espiga desde / la simiente enterrada.

En esas largas / tardes en que se toca casi el mar / y su música, un poco / más y nos bastaría / cerrar los ojos para morir. Viene / de abajo la llamada, del lugar / donde se desmorona la apariencia / del fruto y sólo queda su dulzor. / Pero hemos de aguardar / un tiempo aún: más labios, más caricias, / el amor otra vez, la misma, porque / la vida y el amor transcurren juntos / o son quizá una sola / enfermedad mortal.

Hay tardes de domingo en que se sabe / que algo está consumándose entre el cálido / alborozo del mundo, / y en las que recostar sobre la hierba / la cabeza no es más que un tibio ensayo / de la muerte. Y está / bien todo entonces, y se ordena todo, / y una firme alegría nos inunda / de abril seguro. Vuelven / las estrellas el rostro hacia nosotros / para la despedida. /
Dispone un hueco exacto / la tierra. Se percibe / el pulso azul del mar. "Esto era aquello". / Con esmero el olvido ha principiado / su menuda tarea... 

Y de repente / busca una boca nuestra boca, y unas / manos oprimen nuestras manos y hay / una amorosa voz / que nos dice: "Despierta. / Estoy yo aquí. Levántate". Y vivimos. 

domingo, abril 12, 2009

Altri Tempi - Ana Emilia Lahitte

Las salas enfundadas como inmensas corolas. y  un secreto soleado: / el país de los patios. (Se decía glicina, heliotropo, diamela, / como ahora se dice ADN, sidaico). Aquel cielo privado / con chicos y canarios y huertos y murales de macetas pintadas / era de veras cielo. (Entonces, lo ignorábamos). / Nunca imaginamos que lo fuese, hasta ahora, en que hemos / cumplido nuestros propios infiernos). Aquellos cielos / bajos, a ras de tierra, humanos. Todavía a salvo. Allí donde ser niño / era  tener abuelos en la casa y amarlos, / dejándolos vivir libres de vaciaderos de viejos: / adiestrados espectros que siempre se demoran demasiado /  en morir y dejar limpio el mundo, / que ya no tiene patios, ni destino, ni tiempo.

Ser niño era pedirles que nos dieran la mano, porque teníamos miedo. / Y volver a pedirles que nos contaran cuentos  (que eran verdad, / ahora lo sabemos) Y llorar junto a ellos penitencias y encierros: / “había que educarnos”... (Se decía señor y plegaria / respeto, con limpio olor a incienso y a sopa obligatoria, / a almidones y ungüentos). / Se decía Maestro, y en el cuaderno único cabía el universo. / El padre, con arrestos de patriarca doméstico, “tenía autoridad” / y la madre dulzura, por amor o por tedio. / Lo cierto es que la casa nunca estaba vacía / (la mesa familiar, otra inútil reliquia) y la abuela, el abuelo / -una especie de puerto del buen regreso- / eran sencillamente viejos: con todos los derechos a morir / en su casa, en su cama, en su llaga, en su pulso, en su tiempo. / Sin adiós intensivo. Sin pactos terminales de abandono y silencio. / En fin, sólo fantasmas de cielos y otros tiempos.  

Yo soy de allí - Mahmud Darwish

Yo soy de allí. Y tengo recuerdos. Nací como nace la gente. Tengo una madre y una casa con muchas ventanas. Tengo hermanos, amigos, y una cárcel con una fría ventana.
Tengo una ola que han raptado las gaviotas, un paisaje favorito, una hierba silvestre, una luna en los confines de la palabra, la subsistencia de los pájaros y un olivar inmortal.
He pasado por la tierra antes de que las espadas pasaran por un cuerpo al
  que convirtieron en mesa.
Yo soy de allí. Retorno el cielo a su madre cuando llora por su madre y lloro para que me reconozca la nube a su regreso.
He aprendido, para romper la regla, todas las palabras apropiadas en el tribunal de la sangre.
He aprendido todo el lenguaje y lo he deshecho para componer una única palabra: Patria…

domingo, abril 05, 2009

No quiero paz, no hay paz - Jaime Sabines

No quiero paz, no hay paz, / quiero mi soledad. / Quiero mi corazón desnudo / para tirarlo a la calle, / quiero quedarme sordomudo. / Que nadie me visite, / que yo no mire a nadie, / y que si hay alguien, como yo, con asco, / que se lo trague. / Quiero mi soledad, / no quiero paz, no hay paz.