Cuando hayas perdido la sinceridad, / cuando te vuelvas convencional / y claudiques hasta tus más queridas convicciones. / Cuando te elabores los argumentos / para justificar tus miserias / y además las justifiques… / Cuando sacrifiques la amistad por el poder, / cuando festejes el humor de los mediocres / como la pobre copera lo hace con sus clientes. / Cuando te acostumbres a juzgar a los demás / por la calidad de la ropa que visten… / Cuando mires concuspicencia la mujer del amigo / que te tiende la mesa, el techo y hasta el lecho. / Cuando juzgues despreciativamente a un borracho, / cuando te erijas en juez / inflexible de una prostituta. / Cuando te sientas respetuoso de la Ley / nada más que por que pagas tus impuestos al día… / Cuando te inclines por lo que te conviene / y no por lo que realmente sientas. / Cuando después de tres días consecutivos / adviertas que ni una sola vez levantaste los ojos al cielo. / Cuando digas con la voz impostada del aforista / que deben existir los pobres y los ricos, / los trepadores y los fracasados, / los dirigentes y los dirigidos / y agregues por la misma impostada presuntuosidad / que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. / Cuando te refieras a la gente / y no te sientas incluido en ella. / Cuando pronuncies por primera vez / la palabra negro con asco, / cuando te sientas ufano y orgulloso de ser blanco, / cuando llegues a gerente / y además te sientas gerente, / cuando a fuerza de proclamar tu desprejuicio / desemboques sin escrúpulos en el crimen. / Cuando uses tus tarjetas en los velorios / para que nadie dude tu puntualidad… / Cuando entones canciones de protesta / porque está de gran moda cantarlas. / Cuando tus más queridos sueños literarios, / cuando la fresca espontaneidad de tu primer soneto / desemboca en la prosa gris y árida de un memorando ejecutivo. / Cuando asistas sin inmutarte a un desalojo. / Cuando proclames ante tus hijos tu brillante carrera de triunfador. / Cuando dejes de concurrir a los parques. / Cuando dejes de mirarle los ojos a las muchachas. / Cuando ya no te quede la posibilidad de un asombro, / ni un resto de candor ni una lágrima para una pena / ni el estremecimiento de un hermano / ni el valor para juzgarte en un gesto. / Cuando pierdas la facultad de arrepentirte, / Cuando seas incapaz de perdonar. / Cuando te sientas vacío para querer. / Cuando maquines por primera vez… / Entonces ¿de que te servirá el poder?, / ¿de que el dinero? / ¿de qué los amoríos fáciles? / ¿de que las frases huecas, de que tu vida? / Por que entonces con solo mirarte al espejo / Comprobarías que te has transformado en lo que se dice comúnmente ¡una mierda!
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2 comentarios:
Buenísimo!! Creo que si nos sinceramos profundamente nadie zafa de algún pedacito de mierda. Qué lucideaz la de Ardizzone, pero también la tuya por haberlo publicado.
Inés Labayén
Un maestro, Ardizzone.
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