La primera vez que fui feliz / tenía siete meses / y una mujer / que no conozco / me pasaba el dedo por el filo de la cara / al mismo tiempo que me hablaba / No entendía lo que decía / pero la escuchaba / No era lo mismo que cuando me arrojaban / como una pelota / Estaba bien sujeto / Estaba bien querido / La felicidad olía a lejía / y a colonia de la Casa Gesell.
La segunda vez fue cuando trajeron a Silver / el caballo de El Llanero Solitario / y lo instalaron a orillas del Suquía /debajo de una carpa / El caballo estaba embalsamado/ pero si cerraba los ojos / mientras le pasaba la mano por el pelo / apenas se notaba / La felicidad costaba un peso / Un peso la entrada.
La tercera fue la vez que vi de espaldas / a mi papá y a mi mamá / sentados / después de almorzar/ en la cocina / El llevaba puesto su famoso anillo de ferrocarrilero / y ella lo tenía de la mano / Las ollas / al fuego / murmuraban / La felicidad era tan fugaz / como las burbujas que subían y bajaban / a lo largo de un sifón / azul / de Egea y Sánchez.
A veces / en la Plaza España/ saco una moneda / la tiro para arriba / y digo si sale cara voy a ser feliz / pero la moneda no cae / borda el aire / rebota / se atasca/ se bifurca / y después corre / a lo largo de Chacabuco / Ustedes saben cómo es esa bajada / La felicidad es un racimo de palabras / y después se acaba.
1 comentario:
Excelente. Profundo y denso. Enigmático el final, como la felicidad misma. No menos realista.
Impecables imágenes y figuras metafóricas. Final trágico. Desde la poesía, compartible; no así desde la filosofía.
¿Hay posibilidad de mezclar ambas?
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