viernes, mayo 23, 2008

Flores en la Tumba de un Vasquito - Joaquín Sabina

Excepto las de la imaginación / había perdido todas las batallas. / Un domingo sin fútbol nos contó, / vencido, que tiraba la toalla / y nadie lo creyó
Pero, esta vez, no iba de farol; / al día siguiente se afanó una cuerda / y, en lugar de rezar una oración, / mandó al mundo a la mierda / y de un palo borracho se colgó.
Debía luca y media de alquiler, / dejó en herencia un verso de Neruda, / un tazón con barquitos de papel / flotando en el café / y una guitarra tísica y viuda.
Lo poco que tenía lo invirtió / en un hueso de lujo para el perro / y en pagar al contado la mejor / corona que encontró… / para que hubiera flores en su entierro.
Veinte años atrás lo conocí / en Londres, conspirando contra Franco. / Era el rey del aceite de hachís / y le excitaba más robar un banco / que el mayo de París.
Por Florida lo vi la última vez, / con su traje anacrónico y marchito, / estudiando el menú de un cabaret, / “¡hay comida, mi plato favorito!” / gritó para joder.
Debía luca y media de alquiler, / una lágrima de Líli Marlen / flotando en el café / y una guitarra tísica y viuda.
Lo poco que tenía lo invirtió / en un hueso de lujo para el perro / y en pagar al contado la mejor / corona que encontró…/ para que hubiera flores en su entierro.
Parece que fue ayer cuando se fue / al barrio que hay detrás de las estrellas, / la muerte, que es celosa y es mujer, / se encaprichó con él / y lo llevó a dormir siempre con ella.

Segundo Informe Para Ausentes – Armando Tejada Gómez

Es increíble: he muerto / y ando por mi casa. / Vienen amigos. Beben / y, minuciosamente, / se acuerdan del pasado.
Me recuerdan: ¿te acuerdas / de aquello que cantabas? / -¿Cómo era esa del niño? / -¿La del laurel es tuya? / -Yo le oí esa canción / a la Mercedes Sosa. / Hablaba de la tierra... / (puta, si me acordara!) / Era una que decía / que el que no cambia todo / no cambia nada. / Hacé memoria. Dale! / (Puta, mi me acordara!)
Insepulto, le agrego / más brasas al asado. / Pienso en ustedes. / Echo más leña al fuego. / Digo: el humo bombero / me ha mojado esta lágrima. / Pienso a lo lejos. Sé / que no debo llorarlos. / Aunque esté muerto / y ande como Juan por su casa.

Cielo blanco – Hamlet Lima Quintana

No veo el cielo madre, sólo un pañuelo blanco / no sé si aquella noche yo te estaba pensando / o si un perfil de sombras me acunaba en sus brazos /
pero entré en otra historia con el cielo cambiado.

No me duele la carne que se fue desgarrando / me duele haber perdido las alas de mi canto / las posibilidades de estar en el milagro / y recoger las flores que caen de tu llanto.

No quiero que me llores, mírame a tu costado / mi sangre está en la sangre de un pueblo castigado / mi voz está en las voces de los "iluminados" / que caminan contigo por la ronda de Mayo.

No quiero que me llores ahora que te hablo / mi corazón te crece cuando extiendes las manos / y acaricias las cosas que siempre hemos amado / la libertad y el alma de todos los hermanos.

No sé si aquella noche amanecí llorando / o si alguna paloma se me murió de espanto / la vida que ha esperado tanto / es el cielo que crece sobre tu pañuelo blanco.

No quiero que me llores, mírame a tu costado / mi sangre está en la sangre de un pueblo castigado / mi voz está en las voces de los "ilumunados" / que caminan contigo por la ronda de Mayo.

domingo, mayo 11, 2008

Fragmentos de un Decurso Amoroso – Sergio Cordero

No seré Dios / pero / he creado el amor / a tu imagen y semejanza

Recorriéndote – Gioconda Belli

Quiero morder tu carne, / salada y fuerte, / empezar por tus brazos hermosos / como ramas de ceibo, / seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños / ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza / hurgando la ternura, / ese pecho que suena a tambores y vida continuada. / Quedarme allí un rato largo / enredando mis manos / en ese bosquecito de arbustos que te crece / suave y negro bajo mi piel desnuda / seguir después hacia tu ombligo / hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo, / irte besando, mordiendo, / hasta llegar allí / a ese lugarcito / -apretado y secreto- / que se alegra ante mi presencia / que se adelanta a recibirme / y viene a mí / en toda su dureza de macho enardecido. / Bajar luego a tus piernas / firmes como tus convicciones guerrilleras, / esas piernas donde tu estatura se asienta / con las que vienes a mí / con las que me sostienes, / las que enredas en la noche entre las mías / blandas y femeninas. / Besar tus pies, amor, / que tanto tienen aun que recorrer sin mí / y volver a escalarte / hasta apretar tu boca con la mía, / hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento / hasta que entres en mí / con la fuerza de la marea / y me invadas con tu ir y venir / de mar furioso / y quedemos los dos tendidos y sudados / en la arena de las sábanas.

Juan López y John Ward – Jorge Luis Borges

Les tocó en suerte una época extraña. / El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heróico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras. / López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote. / El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte. / Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno,Abel. / Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen. / El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.

Pobrecito Tata Dios – Cuchi Leguizamón

Pobrecito Tata Dios / siempre solito y ausente / se moriría de aburrido / si no fuera por la gente. / Pobrecito Tata Dios / administrando perjuicios, / pobreza, muerte y olvido / la pucha con el oficio. / Pobrecito Tata Dios / ni siquiera cantar sabe / sin sentimiento ni sueño / no tiene Dios que lo ampare. / Pobrecito Tata Dios / cuándo aprenderá a ser gaucho / qué sabrá el pobre de amores / sin mujer y sin caballo. / Pobrecito Tata Dios / no le queda un solo amigo / siempre rodeado 'e adulones / que van a chuparle el vino

domingo, mayo 04, 2008

La Cultura y el Loco Amor – Roque Dalton

Yo te dije con toda seriedad / “qué largo camino anduve / para llegar hasta ti” / y tú me dijiste que ya parecía José Angel Buesa / y entonces me reí francamente / y te dije que los versos eran de Nicolás Guillén / y tú (que recién salías de tu clase de francés) / me contestaste que entonces era Nicolás Guillén / quién se parecía a José Angel Buesa / yo te dije que te excusaras inmediatamente con Nicolás Guillén y conmigo / y entonces me dijiste / que el verdadero culpable era yo / por llegar al José Angel Buesa esencial / a través de Nicolás Guillén / entonces yo te dije que la verdadera culpable eras tú / por ser tan puta / y ahí fue que me dijiste perdón / estaba equivocada / no es que te parezcas a José Angel Buesa / es que eres un José Angel Buesa.
Entonces yo saqué la pistola...

Qué son Esas Palabras – Rafael Bielsa

Veinte años vivieron el uno junto al otro, / veinte años de cardo de cereal y de trilla, / la rueda del molino, acompasaba las horas / y el invierno dormía en la hiedra amarilla. / El cuidaba de todo, con prudencia callada, / lo mismo los ganados, que la cosecha fina, / ella cruzaba el patio, como rueda de espuela, / entre el pozo de agua, la mesa de harina. / En inviernos atroces, en veranos soleados, / durante veinte años, se hicieron compañía, / nunca se preguntó, si la había querido, / qué son esas palabras,/ estaba y la tenía. / El no necesitaba noción mas detallada, / que conocer su nombre, y el nombre lo sabía, / él la llamaba Carmen en la sombra y la tarde, / cuando la luz es lámpara de mecha tardía. / Veinte años vivieron el uno junto al otro, / sin ver apenas médico, peón, colono, artista, / el tren pasaba lejos como un cuento de infancia, / y él no se preguntaba si en verdad la quería. / Ella murió lustrando la vajilla de plata, / en el ancho silencio de la tarde vacía, / el aprendió de golpe, como caen las heladas, / que el amor es amor, aunque no se lo diga.

Tristeza de Amador - Daniel Salzano

Este poema está musicalizado por Jairo en su CD "Ferroviario" del 2004

Estaba Amador / pensando en nueve de cada diez estrellas / Mirando la luna, / ignorando que la luna lo miraba / Cuando supo por aquel viento que le paro / los pelos del almaQue había llegado la tristeza, / que había llegado la tristeza / la del pájaro enjaulado, / la patrona de los enanos, / la que nunca tuvo novio Que había llegado la tristeza, / la tristeza que nunca había conocido / Con sus labios filosos, / sus tules que flotaban / y un jazmín peludo entre los ojosAmador... vengo a buscarte / Amador... vengo a peinarte con sangre / Amador... vengo a medirte la sombra / Amador... a sentarme en tus rodillasVoy a clavarte cien gritos amador, / y no pidas una sola miel / de ahora en adelantePero al verla tan flaquita, / tan hermana de la muerte / Amador le paso un beso / por su pecho sin pechos / la palpó de pubis, la puso de espaldas al infierno / le apartó las golondrinas de la frente, / le dijo voy a meterme en tu corazón.Y la voz de amador se movía / con la ternura de la arena / y su cuerpo se movía / con el misterio de los navegantesHasta que la tristeza se durmió, / hasta que la tristeza se durmió / y amador velaba su sueño, / y la luna velaba por el de los amantesVoy a dormirme en tus brazos Amador / y quiero que me olvides / cuando te despiertes

Cacerola de Teflón - Ignacio Copani

No te oí en los días del silencio atronador. / No te oí junto a las madres del dolor, / no sonaste ni de lejos, por los chicos, por los / viejos olvidados.
No te oí. Puede ser que ya no estoy oyendo bien, / pero al borde de las rutas de Neuquén, / no te oí mientras mataban por la espalda a mi maestro.
Y entre nuestros cantos desaparecidos / yo jamás oí el sonido de tu tapa resistente, / que resiste comprender que hay tanta gente / que en sus pobres recipientes solo guarda una ilusión.
Cacerola de teflón, volvé al estante, / que la calle es de las ollas militantes / con valiente aroma de olla popular. / Cacerola de teflón, a los bazares, / o a sonar con los tambores militares / como tantas veces te escuché sonar.
No te oí cuando el ruido de las fábricas paró, / cuando abril su mar de lágrimas llenó. / No te oí con los parientes del diciembre / adolescente y asfixiado
No te oí. Puede ser que mis orejas oigan mal, / pero nunca te he sentido en la Rural, / reclamar por el jornal de los peones yerbateros, / por la rentabilidad de los obreros, / por el tiempo venidero, por que venga para todos.
No te oí ni te oiré porque no hay modo / de juntar tu avaro codo con mi abierto corazón. / Cacerola de teflón, volvé al estante / de los muebles de las casas elegantes / que las cocineras te van a extrañar. / Cacerola de teflón, a los bazares / O a sonar en los conciertos liberales / Como tantas veces te escuché sonar.
No te oí en el puente de Kosteki y Santillán / No te oí por el ingenio en Tucumán / No te oí en los desalojos, ni en los barrios inundados de este lado. / No te oi en la esquina de Rosario que estalló / cuando el angel de la bici se cayó / y sus ángeles pequeños se quedaron sin comida.
Y jamás te oí en la vida repicar desde acá abajo / por un joven sin trabajo, a la deriva. / Debe ser que desde arriba, desde los pisos más altos / no se ve nunca el espanto y las heridas.
Cacerola de teflón, volvé al estante / Yo me quedo en una marcha de estudiantes / donde vos nunca supiste resonar. / Cacerola de teflón, a los bazares / o a llenarte de los más ricos manjares / que en la calle no se suelen encontrar. / Cacerola de teflón andá a cagar