domingo, junio 05, 2005

Altura - Efraín Huerta

Estoy / Exactamente / A / Un metro / Con 74 centímetros / Sobre / El / Nivel / Del mal

Canada dry - Julio Cortázar

Sé que me acordaré de un cielo raso / donde las manchas de humedad eran un gato, un número, una mano cortada. / Sé que me acordaré del ruido / de un water en alguna habitación lejana del hotel, / su triste catarata de bolsillo, su inevitable recurrencia. / Chacun ses madeleines, chacun ses Albertines / Serás por siempre imán de imágenes, / las más turbias y vanas me traerás con el gesto / que en la caliente oscuridad del cuarto / era encender los cigarrillos del hartazgo, / ver asomar nuestros desnudos cuerpos flanco a flanco, / Las más pequeñas turbias cosas, / una uña lastimada que te dolía tanto, el triste / rito de ir a lavarte y regresar, las servidumbres. / Tan sólo compartimos los bares y las calles / antes de amarnos contra tres espejos: / ¿qué más podría darme tu recuerdo? / Pero yo sé guardar y usar lo triste y lo barato / en el mismo bolsillo donde llevo esta vida /que ilustrará las biografías. Ve, pequeño fantasma, / el baño está ahí al lado, / yo fumaré esperándote / empezaremos otra vez. El cielo raso / dibuja un gato, un número, una mano cortada.

Ding Hung Juglar – Daniel Viglietti

Te contaré una historia, amarga o más / Te la canto por eso, y qué caray. / Era Bang Ding la aldea, allá en Vietnam; / era Ding Ho una escuela. No digo más. / Vinieron por el aire, vuelo mortal / Quedó solo un cuaderno. No digo más. / Firmaba sus poemas Ding Hung Juglar. / Tenía trece años. No tuvo más. / Y esa es una de tantas allá en Vietnam, / ahora olvida si puedes, olvidala.

Garrincha - Alfredo Zitarrosa

Lo lleva atado al pie / como una luna atada al flanco de un jinete. / Lo juega sin saber que juega el sentimiento de una muchedumbre, / y le pega tan suave, tan corto, tan bello; / el balón es palomo de comba en el vuelo; / y lo toca tan justo, tan leve, tan quedo / que lo limpia de barro y lo cuelga del cielo. / Y se estremece la gente. / Y lo ovaciona la gente.
Lo lleva unido al pie como un equilibrista unido va a la muerte, / lo esconde, no se ve, le infunde magia y vida y luego lo devuelve, / y se escapa, lo engaña, lo deja, lo quiere / y el balón le persigue, le cela, le hiere; / y se juntan, y danzan, y grita la gente; / y se abrazan, y danzan, y ruedan por entre las redes / Y se estremece la gente. / Ylo ovaciona la gente.
Quién / se llevó, de pronto, la multitud?. / Quién / le robó, de pronto, la juventud? / quién le quitó, de un golpe, el hechizo mágico del balón?. / Quién le entregó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón?
Quién / le llenó su copa en la soledad? / Quién / lo empujó de golpe a la realidad?. / Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez? / quién le gritó en la cara "usted no es nada, ya no es usted"?
El último balón / lo para con el pecho y junto al pie lo duerme. / Lo mira y sólo ve / cenizas del amor que estremeció a la gente. / Y lo pierde en la hierba, lo deja, lo olvida. / No lo quiere, le teme, no puede, no atina. / Y se siente de nuevo encerrado en la vida / y el balón se le escapa entre insultos y risas. / Y se enfurece la gente / Y lo abuchea la gente.
Quién / se llevó, de pronto, la multitud?. / Quién / le robó, de pronto, la juventud? / quién le quitó, de un golpe, el hechizo mágico del balón?. / Quién le entregó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón?
Quién / le llenó su copa en la soledad? / Quién / lo empujó de golpe a la realidad?. / Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez? / quién le gritó en la cara "usted no es nada, ya no es usted"?
Ya no es usted / señor, / ya no es usted.

viernes, junio 03, 2005

Domingo - ¿?

Esta mañana, en misa / arrodillada y trémula en la iglesia / pensé si el viejo que encendía las velas / es ese mismo viejo / que por las noches prende las estrellas

La Generación de Bidú - María Grotti

Crecimos con lo Beatles / las primeras pitadas de Saratoga sin filtro / las hicimos una tarde mientras jugábamos a la payana en la Plaza Colón. / A nosotros nos tocaros los cuatrocientos golpes / y nos quedamos sin aliento en una Estrada cualquiera / mientras contemplábamos el anochecer de días agitados. / La niñez quedó atrás / junto a los caramelos Misky, el tintero involcable y el olor a mandarina. / Nos llevábamos el mundo por delante, salimos a la calle a gritar palabras felices o incoherentes / pateamos el tablero, desvestimos los santos, metimos el dedo en las llagas / rompimos los esquemas / y tiramos los pedacitos al viento de la historia. / Pero claro, después vino lo otro. / Una inmenza inmundez inundó nuestro mundo. / En aquellos diás, al levantarnos, / los presentimientos nos asaltaban a punta de pistola. / Todos, en mayor o menor medida, éramos sospechados de ser sospechosos; / éramos culpables de algo. / úmábamos toda la noche con el corazón hecho una fiera / mientras esperábamosoir las botas del domador. / Nuestros amigos, arrancados de cuajo de nuestras vidas, / quedaron detenidos en el tiempo. / A esas fotografías inexactas, a esas malas copias que nos dejó la muerte / las escondíamos en los pasadizos de la memoria. / La flaca Titina, el Pelusa, el gordo Ramos, el petiso Acevedo, / el Pato, la turca Flores, el Coqui... / Si pasan por el dique San Roque / arrojen una flor blanca / y no pregunten porqué.
Nadie se muere de espanto. / Eso, no lo sabe el domador.