sábado, mayo 13, 2023

Última voluntad - Hans Magnus Enzensberger

Sáquenme de una vez la bandera del rostro. Me hace cosquillas
Sepulten con ella a mi gato. Sepúltenla allí
donde tenía mi colorido jardín.

Quítenme esta corona de lata del pecho, hace ruido.
Tírenla a las estatuas, a la basura
y regalen las cintas a las putas, para que se adornen.

Digan las oraciones por teléfono, pero corten el cable
o envuélvanlas en un pañuelo lleno de migas de pan
para los tontos peces del charquito.

Que el obispo se quede en casa y se emborrache.
Denle un barrilito de ron
porque estará sediento antes de predicar.

Y déjenme tranquilo con lápidas y sombreros de copa.
Adoquinen con ese buen basalto una calle que nadie habite,
una calle para pájaros.

En mi baúl hay mucho papel garrapateado para mi primito,
que haga avioncitos para que vuelen lindamente desde el puente
y se ahoguen en el río.

Lo demás, un calzoncillo, un encendedor, un hermoso ópalo
un despertador, eso deben regalárselo al linyera Calístenes
y denle también una propina adecuada.

Por la resurrección de la carne, mientras tanto, y por la vida eterna
me preocuparé yo, si no lo toman a mal.
Es cosa mía, ¿no es verdad? Que les vaya bien.

En la mesa de luz hay, todavía, un para de cigarrillos. 

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