domingo, agosto 24, 2025

Sembrador - Mario Carrero

Dedicado a Rubén Lena, maestro y poeta 
del departamento 33 Orientales, Uruguay
Maestro en el alumbrar
con la pluma o la guitarra 
supo entender que no alcanza
aprender para enseñar
no basta con dominar 
cuestiones de geometría
pues no hay mayor simetría
que el hombre en su justo centro
ni más diagonal que el 
viento que cruza la serranía

Sembrador de abecedario, 
poeta del Olimar
entero va tu cantar, 
eternamente uruguayo.

Él, que le dio al Olimar
fiereza de mar bravío, 
serenidad de rocío
dimensión universal
supo en detalle contar las cosas de su terruño
y sin levantar el puño
pelear por su patria amada
nunca habrá fusil ni espada que acallen a un verso suyo.

Sembrador de abecedario, 
poeta del Olimar
eterno va su cantar, 
enteramente uruguayo.

Permita usted sembrador
volver de nuevo a su escuela 
donde la voz de Varela
abriga más que un fogón
pa´ llenarme el corazón 
de polkas y serraneras
de milongas galponeras, 
de moñas y delantales
porque persisten los males 
y su lección nos libera.

Sembrador de abecedario, 
poeta del Olimar
entero va tu cantar, 
eternamente uruguayo.
Sembrador de abecedario, 
poeta del Olimar
eterno va su cantar, 
enteramente uruguayo.

jueves, agosto 21, 2025

¡Yanquis hijos de puta! - Humberto Costantini

En realidad
sólo quería decir
eso.
En realidad, la vida
es,
pongamos por ejemplo,
una manzana.
Entonces,
uno la mira, la toca,
le hace fiestas,
la besa, le habla,
tal vez,
hasta dibuja manzanitas
imitándola.
La quiere así, manzana,
rica, pulposa, viva, indescifrable,
sabia.
Si la quieren romper,
si viene
un bicho, por ejemplo,
un yanqui hijo de puta,
para ser más precisos,
a matarla,
ya no se puede hablar
así nomás de la manzana.
Hay que matar al bicho,
es necesario
odiarlo,
destruirlo.
Es casi obligatorio
decirle hijo de puta,
decirle yanqui hijo de puta
todos los días, religiosamente
y encontrar la manera
de acabarlo.
Por amor a la vida,
simplemente.
En realidad
tal vez no me he explicado bien.
Si uno tiene,
pongamos por ejemplo,
un amor, una cosa
que le anda por la piel
por todas partes.
Digamos
Buenos Aires,
digamos,
un octubre, un poema, una muchacha.
O digamos la esquina
de Nazca y Tequendama
los domingos, a las seis de la tarde.
(Estoy casi seguro
de que había una esquina así en Santo Domingo,
de que había un viejo,
una silla,
un cielo inverosímil,
muchachos que volvían del fútbol,
señoras apuradas,
bocinas, qué se yo
y tal vez,
hasta un tipo solitario
como yo
que miraba)
Si uno tiene un amor entonces,
eso que le camina por la piel,
decíamos,
y pasa algo,
ocurre,
que viene el mal, la peste, una desgracia,
o para no ir más lejos
vienen
los marines idiotas,
los cretinos mascadores de chicle,
odiadores de todo lo que crece
y desembarcan.
Entonces
ya no se puede hablar así nomás,
hay que matar la muerte de algún modo,
hay que pelear con rabia,
destruirlos,
salirles al encuentro como sea
y además decir, decir hijos de puta,
decirlo y masticarlo
y enseñarlo a los chicos
como un rezo.
Por amor a la vida,
simplemente,
me parece.

miércoles, agosto 06, 2025

Espantapájaros - Oliverio Girondo

 1

No sé me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible

– no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?

¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres…
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
“¡María Luisa! ¡María Luisa!”… y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera…,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes…
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?

¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

No me importa un pito - Mauricio Koch

No me importa un pito que esté lavado,
dulce como panal o incluso, te digo más, 
edulcorado y hasta con esa cosa nueva que se llama stevia y sabe a pedo rancio.
Le doy una importancia igual a cero
si está tirando a seco, cortito como patada de cuis
o rebalsado, una laguna en la que flotan palos, listones y habichuelas.
Soy perfectamente capaz de soportar uno largo de esos que te dejan exhausto y con la tripa revuelta
o hirviendo y cuando le das la chupada entusiasta te pelan hasta la conciencia y te acordás 
de todo el árbol genealógico del cebador. 
Pero lo que no puedo perdonar bajo ningún pretexto es que el mate esté tibio.
Tibio no.
Ahí sí pelo el facón.