No me importa un pito que esté lavado,
dulce como panal o incluso, te digo más,
edulcorado y hasta con esa cosa nueva que se llama stevia y sabe a pedo rancio.
Le doy una importancia igual a cero
si está tirando a seco, cortito como patada de cuis
o rebalsado, una laguna en la que flotan palos, listones y habichuelas.
Soy perfectamente capaz de soportar uno largo de esos que te dejan exhausto y con la tripa revuelta
o hirviendo y cuando le das la chupada entusiasta te pelan hasta la conciencia y te acordás
de todo el árbol genealógico del cebador.
Pero lo que no puedo perdonar bajo ningún pretexto es que el mate esté tibio.
Tibio no.
Ahí sí pelo el facón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario