sábado, octubre 11, 2025

Aquí podría caber todo el amor que nos tuvimos - A.E. Quintero

Qué ganas de ser otra persona,
una a la que no le entren lagartos a la cabeza
cuando se viste de viernes sin visitas,
una a la que no se le vuelen las hojas que guardaba en el pecho
para dormir abrazada de algo,
una a la que no le importe
que la vean usar el mismo martes todos los días,
ponerse de camisa el mismo jueves,
el mismo invierno frotando sus orillas contra los ojos
cada tarde.

Una persona a la que le dé igual
que la vean hablar sola o hablar con la ventana.
Que le dé lo mismo tener sueños o tener una ración de hambre,
tener corazón o tener una caja apagada con un meteorito.

Alguien que no se busque tanto,
que no se busque
en esos lugares del alma a los que uno no debería bajar 
ni haber estado.

Una persona distinta,
a quien lo inofensivo no le lleve su casa hacia otra calle.

Enseñarle a mi corazón a ladrar,
que ladre
cuando me vea hablarle a alguna sombra,
que ladre
cuando me vea invitar a mis ojos
a algún amor imaginario, de esos
que te despiertan el alma cada noche de frío 
mientras el silencio silba sus antiguas zagas.

Que mi corazón me ladre
cuando me vea acercarme a la ventana
y rezarle a la calle para que se llene de gente:
para que suceda un beso
o para que ocurra la mañana también en estos labios.

Enseñarle a mis sábados
a no agachar la cabeza cuando caminan,

a no hacer el ridículo
tomándole el pulso a esta incapacidad de seguir de frente 
sólo para comprobar
que no somos una puerta cerrada más en esta casa.

Porque mi rostro
se me llena de goteras fácilmente.

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