sábado, marzo 05, 2022

Crónicas de la soledad - Mario Carrero



En 1950, Uruguay ganó el mundial de fútbol ante Brasil, por 2 a 1, en el mítico «maracanazo». Mario Carrero (de Larbanois & Carrero) le dedicó este poema-canción a su amigo Alcides Ghiggia, delantero de aquella selección y autor del segundo gol —el del triunfo— en aquella final. Mucho se ha dicho y escrito sobre ese partido. Algunas frases quedaron en la historia. Por ejemplo, el Negro Jefe, Obdulio Varela, les dijo a los suyos después del empate de Uruguay, 1 a 1: «Los de afuera son de palo. Vamo'arriba la celeste»; o la del propio Ghiggia, después de que la pelota entrara por el hueco que el arquero Barbosa le dejara junto al palo, marcando el gol del triunfo, cuando su compañero, Oscar Míguez, le reprocha que no le diera el pase, siendo que él entraba solo por el medio y Alcides contestó: «Dejala ahí, que ahí está bien».

Hasta aquel escenario desbordante,
bajo una verde y amarela bacanal,
con un sueño de canuto en los botines,
llegaron solos.

Como un vestuario después de una derrota,
como ese gol aguardentoso de Solé,
de pie frente a la turba vocinglera,
se hallaron solos.

«Todo Brasil tiene la fiesta preparada».
«Somos Gardel si no nos hacen más de tres».
«Ya están cumplidos, tranquilidad muchachos».
Y los dejaron solos otra vez…
 
Retumba fuerte «los de afuera son de palo»,
los condenados se resisten a perder.
Paren el mundo, se cayó la estantería
cuando Barbosa vuelve al fondo de la red.

Vayan pelando las chauchas,
vayan pelando las chauchas,
aunque les cueste trabajo.
Donde juega la celeste,
donde juega la celeste,
todo el mundo boca abajo.

Mientras el sueño brasilero se derrumba
y el tesorero se borró sin saludar,
una colecta dando vuelta los bolsillos
y arrancan solos pa’la pieza a festejar.

Hasta en la gloria los de afuera son de palo,
aunque la historia se desplome ante sus pies,
si al fin y al cabo nunca somos locatarios,
«Dejala ahí, que ahí está bien».
Todo Brasil tenía la fiesta preparada,
y a pura garra y corazón fueron Gardel
Fueron la hazaña, la anécdota, el milagro,
como aquel grito solitario de Solé.

Cuando la vida los perchó de los estadios,
ya no hubo foto, ni entrevista, ni equipier.
La fama en off side se les va en un pique largo
y hasta el recuerdo se hace el gil para no ver.
 
Ya en los descuentos hasta el último silbato
tendrán que andar remando solos otra vez.
Parar la olla les exige otro milagro.
Y los dejaron solos otra vez.
Y se quedaron solos otra vez.
Y la pelearon solos otra vez.
Quedaron solos.
Quedaron solos.

¡Uruguayos campeones de América y del mundo!

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