Un puerto y otro puerto y otro, tal vez mañana / veré otros más lejanos. / Sirve café, sirve café, Susana. / Yo adoro la blancura de tus manos.
La calle es una exclamación inquieta; / la madama está echando los cerrojos. / Déjame ver tu cara, tu careta. / Yo adoro la dulzura de tus ojos.
La flauta del grumete se ha callado / pero el silencio ha sido agujereado / por el filoso alerta de la ronda.
Un parroquiano... Dile que no entre. / Me ahoga el humo de una pena honda. / Y yo alabo el cansancio de tu vientre.
Raúl González Tuñón – El Violín del Diablo, 1926
La calle es una exclamación inquieta; / la madama está echando los cerrojos. / Déjame ver tu cara, tu careta. / Yo adoro la dulzura de tus ojos.
La flauta del grumete se ha callado / pero el silencio ha sido agujereado / por el filoso alerta de la ronda.
Un parroquiano... Dile que no entre. / Me ahoga el humo de una pena honda. / Y yo alabo el cansancio de tu vientre.
Raúl González Tuñón – El Violín del Diablo, 1926
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