En la Pampa de Achala, donde se hacen zapatos del tamaño de un chancho y fabrican botellas pelirrojas o rubias, una chica más bella que bombón de alcachofa y más dulce que un plato
de mondongo con higos se ganaba el cariño de la gente y los gatos, por ser linda y muy buena. Se llamaba Ruperta Catalina Murena y ayudaba a las vacas a comprarse corpiños.
Era negra retinta como un cielo sin luna pero el agua de lluvia la volvía más blanca que la leche del tambo de Rodríguez de Anca o que el blanco del ojo de Nemesio Laguna.
Y por eso en Achala la llamaban en broma “Blancanieves Murena, la negrita que aclara. Ella no se ofendía, se notaba en su cara: se reía con ganas, masticando palomas.
Chica más deliciosa, educada y atenta no hubo nunca en la Pampa, ni en Japón, ni en Bolivia. Y es por eso que un día Mandolina Arancibia le hizo un daño espantoso, una pésima afrenta.
Esta bruja vivía en la punta de un cerro, retorcido y oscuro, con olor a pintura, entre choclos, plumeros y un montón de basura, en un rancho más chico que la cucha de un perro.
Esta tipa terrible, era mala y hermosa: a su lado eran feas las más lindas del barrio, pero todos la odiaban pues mataba canarios y asustaba a los chicos revoleando baldosas.
De mañana temprano, en la tele apagada, se miraba la cara. Su reflejo brillaba con tremenda belleza, mientras ella gritaba “¡¿ Hay alguna más linda, no soy una monada ¿!”.
Justo en ese momento, la teve se encendía y una voz de corneta le gritaba con ganas: “¡ Sos preciosa, mi vida, mucho más que mi hermana, sos más linda que todas, te ganaste un tranvía !”.
Pero al ver su reflejo, una fría mañana, la asaltaron las dudas. Preguntó nuevamente y la tele le dijo, con un tono insolente: “¡ Ya no sos la más linda, Blancanieves te gana !”.
Le agarró tal rabieta, que tiró el aparato desde arriba del cerro, aplastando una ojota. Y después dijo: “ Quiero encontrar a esa idiota, y una vez que la encuentre, yo la agarro y la mato “.
Contrató al detestable Pascualino Mandioca, y le dijo bien claro: “ Yo la quiero más muerta que una momia de Egipto. Acá espero despierta que me traigas al menos un riñón o su boca”.
El horrible asesino fue a buscar a su presa: la encontró en la farmacia de Jacinto Molfeta aplicando inyecciones de banana y panceta a la gente que iba con dolor de cabeza.
Cuando vió a Blancanieves tan hermosa y honrada, se quedó patitieso y le dijo al oído: “Me mandó Mandolina, a matarte he venido, pero no te preocupes, no te voy a hacer nada”.
Ahora bien: si esta bruja algún día descubre que estás viva y coliando, nos revienta en el acto con un palo de escoba o algún otro artefacto porque es mala, es tremenda, es un bicho insalubre.
Así fue como Blanca, la morocha más clara, se tomó una bebida que achicó su tamaño y vivió en una caja de cereales diez años, sin que nadie le viera ni siquiera la cara.
En la caja, vivían siete enanos de lata que cuidaron de ella cual si fuera una diosa. Le llevaban ravioles de chancleta y sabrosas ensaladas de corcho y escarola con patas.
Pascualino, entretanto, engañó a Mandolina: le llevó un riñón chasco que le dio un carnicero y una boca pintada y forrada con cuero, material que es orgullo de la industria argentina.
Pero siempre hay un pero, en Lanús o en Pompeya: muy contenta, la bruja se compró otro aparato de tevé y enseguida se miró sin recato, preguntando a los gritos: “ ¡ Y ahora, ¿quién es la más bella ?!”.
Imaginen la cara de esta bruja asesina cuando oyó que la tele respondía entre risas: “Lo lamento, querida; aunque ahora es petisa, Blancanieves te gana, desde acá hasta la China”.
Encontró a Blancanieves en su caja escondida, le zampó una vacuna de pestañas de tuerta y la pobre muchacha se quedó como muerta, en un sueño profundo para toda la vida.
Pero siempre otro pero recompensa a los pobres: una tarde de otoño, a la Pampa de Achala llegó un deportista: Nicanor, hombre bala, un muchacho divino con camisa de cobre.
Le mostraron la caja donde Blanca dormía su sueñito de trapo y el , con gesto eficiente, despertó a la muchacha que creció de repente y, sentada en su cama, se comió una alcancía.
Los enanos bailaban medio muertos de risa, Blancanieves cantaba, y la bruja, enterada de las nuevas noticias, ya no pudo hacer nada porque el gran hombre bala se embaló y la hizo trizas.
El valiente muchacho y la bella negrita se casaron un día que nevaba y llovía.: Blancanieves más blanca que la nieve más fría, Nicanor, hombre bala, con piyama a rayitas.
de mondongo con higos se ganaba el cariño de la gente y los gatos, por ser linda y muy buena. Se llamaba Ruperta Catalina Murena y ayudaba a las vacas a comprarse corpiños.
Era negra retinta como un cielo sin luna pero el agua de lluvia la volvía más blanca que la leche del tambo de Rodríguez de Anca o que el blanco del ojo de Nemesio Laguna.
Y por eso en Achala la llamaban en broma “Blancanieves Murena, la negrita que aclara. Ella no se ofendía, se notaba en su cara: se reía con ganas, masticando palomas.
Chica más deliciosa, educada y atenta no hubo nunca en la Pampa, ni en Japón, ni en Bolivia. Y es por eso que un día Mandolina Arancibia le hizo un daño espantoso, una pésima afrenta.
Esta bruja vivía en la punta de un cerro, retorcido y oscuro, con olor a pintura, entre choclos, plumeros y un montón de basura, en un rancho más chico que la cucha de un perro.
Esta tipa terrible, era mala y hermosa: a su lado eran feas las más lindas del barrio, pero todos la odiaban pues mataba canarios y asustaba a los chicos revoleando baldosas.
De mañana temprano, en la tele apagada, se miraba la cara. Su reflejo brillaba con tremenda belleza, mientras ella gritaba “¡¿ Hay alguna más linda, no soy una monada ¿!”.
Justo en ese momento, la teve se encendía y una voz de corneta le gritaba con ganas: “¡ Sos preciosa, mi vida, mucho más que mi hermana, sos más linda que todas, te ganaste un tranvía !”.
Pero al ver su reflejo, una fría mañana, la asaltaron las dudas. Preguntó nuevamente y la tele le dijo, con un tono insolente: “¡ Ya no sos la más linda, Blancanieves te gana !”.
Le agarró tal rabieta, que tiró el aparato desde arriba del cerro, aplastando una ojota. Y después dijo: “ Quiero encontrar a esa idiota, y una vez que la encuentre, yo la agarro y la mato “.
Contrató al detestable Pascualino Mandioca, y le dijo bien claro: “ Yo la quiero más muerta que una momia de Egipto. Acá espero despierta que me traigas al menos un riñón o su boca”.
El horrible asesino fue a buscar a su presa: la encontró en la farmacia de Jacinto Molfeta aplicando inyecciones de banana y panceta a la gente que iba con dolor de cabeza.
Cuando vió a Blancanieves tan hermosa y honrada, se quedó patitieso y le dijo al oído: “Me mandó Mandolina, a matarte he venido, pero no te preocupes, no te voy a hacer nada”.
Ahora bien: si esta bruja algún día descubre que estás viva y coliando, nos revienta en el acto con un palo de escoba o algún otro artefacto porque es mala, es tremenda, es un bicho insalubre.
Así fue como Blanca, la morocha más clara, se tomó una bebida que achicó su tamaño y vivió en una caja de cereales diez años, sin que nadie le viera ni siquiera la cara.
En la caja, vivían siete enanos de lata que cuidaron de ella cual si fuera una diosa. Le llevaban ravioles de chancleta y sabrosas ensaladas de corcho y escarola con patas.
Pascualino, entretanto, engañó a Mandolina: le llevó un riñón chasco que le dio un carnicero y una boca pintada y forrada con cuero, material que es orgullo de la industria argentina.
Pero siempre hay un pero, en Lanús o en Pompeya: muy contenta, la bruja se compró otro aparato de tevé y enseguida se miró sin recato, preguntando a los gritos: “ ¡ Y ahora, ¿quién es la más bella ?!”.
Imaginen la cara de esta bruja asesina cuando oyó que la tele respondía entre risas: “Lo lamento, querida; aunque ahora es petisa, Blancanieves te gana, desde acá hasta la China”.
Encontró a Blancanieves en su caja escondida, le zampó una vacuna de pestañas de tuerta y la pobre muchacha se quedó como muerta, en un sueño profundo para toda la vida.
Pero siempre otro pero recompensa a los pobres: una tarde de otoño, a la Pampa de Achala llegó un deportista: Nicanor, hombre bala, un muchacho divino con camisa de cobre.
Le mostraron la caja donde Blanca dormía su sueñito de trapo y el , con gesto eficiente, despertó a la muchacha que creció de repente y, sentada en su cama, se comió una alcancía.
Los enanos bailaban medio muertos de risa, Blancanieves cantaba, y la bruja, enterada de las nuevas noticias, ya no pudo hacer nada porque el gran hombre bala se embaló y la hizo trizas.
El valiente muchacho y la bella negrita se casaron un día que nevaba y llovía.: Blancanieves más blanca que la nieve más fría, Nicanor, hombre bala, con piyama a rayitas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario