Un ropero, un espejo, una silla, / ninguna estrella, mi cuarto, una ventana, / la noche como siempre, y yo sin hambre, / con un chicle y un sueño, una esperanza. / Hay muchos hombres fuera, en todas partes, / y más allá la niebla, la mañana. / Hay árboles helados, tierra seca, / peces fijos idénticos al agua, / nidos durmiendo bajo tibias palomas. / Aquí, no hay mujer. Me falta. / Mi corazón desde hace días quiere hincarse / bajo alguna caricia, una palabra. / Es áspera la noche. Contra muros, la sombra / lenta como los muertos, se arrastra. / Esa mujer y yo estuvimos pegados con agua. / Su piel sobre mis huesos / y mis ojos dentro de su mirada. / Nos hemos muerto muchas veces / al pie del alba. / Recuerdo que recuerdo su nombre, / sus labios, su transparente falda. / Tiene los pechos dulces, y de un lugar / a otro de su cuerpo hay una gran distancia: / de pezón a pezón cien labios y una hora, / de pupila a pupila un corazón, dos lágrimas. / Yo la quiero hasta el fondo de todos los abismos, / hasta el último vuelo de la última ala, / cuando la carne toda no sea carne, ni el alma sea alma. / Es precioso querer. Yo ya lo sé. La quiero. / ¡Es tan dura, tan tibia, tan clara! / Esta noche me falta. / Sube un violín desde la calle hasta mi cama. / Ayer miré dos niños que ante un escaparate / de maniquíes desnudos se peinaban. / El silbato del tren me preocupó tres años, / hoy se que es una máquina. / Ningún adiós mejor que el de todos los días / a cada cosa, en cada instante, alta / la sangre iluminada.Desamparada sangre, noche blanda, / tabaco del insomnio,triste cama.Yo me voy a otra parte. / Y me llevo mi mano, que tanto escribe y habla.
domingo, mayo 22, 2005
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario