viernes, mayo 20, 2005

Eva - María Elena Walsh

I
Calle Florida, túnel de flores podridas. / Y el pobrerío se quedo sin madre / llorando entre faroles sin crespones. / Llorando en cueros, para siempre, solos. / Sombríos machos de corbata negra / sufrían rencorosos por decreto / y el órgano por Radio del Estado / hizo durar a Dios un mes o dos. / Buenos Aires de niebla y de silencio. / El Barrio Norte tras las celosías / encargaba a Paris rayos de sol. / La cola interminable para verla / y los que maldecían por si acaso / no vayan esos cabecitas negras / a bienaventurar a una cualquiera.
Flores podridas para Cleopatra. / Y los grasitas con el corazón rajado, / rajado en serio. Huérfanos. Silencio. / Calles de invierno donde nadie pregona / El Líder, Democracia, La Razón. / Y Antonio Tormo calla "amémonos".
Un vendaval de luto obligatorio. / Escarapelas con coágulos negros. / El siglo nunca vio muerte mas muerte. / Pobrecitos rubíes, esmeraldas, / visones ofrendados por el pueblo, / sandalias de oro, sedas virreinales, / vacías, arrumbadas en la noche. / Y el odio entre paréntesis, rumiando / venganza en sótanos y con picana.
Y el amor y el dolor que eran de veras / gimiendo en el cordón de la vereda. / Lagrimas enjuagadas con harapos, / Madrecita de los Desamparados. / Silencio, que hasta el tango se murió. / Orden de arriba y lagrimas de abajo. / En plena juventud. No somos nada. / No somos nada mas que un gran castigo. / Se pintó la República de negro / mientras te maquillaban y enlodaban. / En los altares populares, santa. / Hiena de hielo para los gorilas / pero eso sí, solísima en la muerte. / Y el pueblo que lloraba para siempre / sin prever tu atroz peregrinaje. / Con mis ojos la vi, no me vendieron / esta leyenda, ni me la robaron.
Días de julio del 52 / ¿Qué importa donde estaba yo?
II
No descanses en paz, alza los brazos / no para el día del renunciamiento / sino para juntarte a las mujeres / con tu bandera redentora / lavada en pólvora, resucitando. / No sé quién fuiste, pero te jugaste. / Torciste el Riachuelo a Plaza de Mayo, / metiste a las mujeres en la historia / de prepo, arrebatando los micrófonos, / repartiendo venganzas y limosnas. / Bruta como un diamante en un chiquero / ¿Quién va a tirarte la última piedra?
Quizás un día nos juntemos / para invocar tu insólito coraje. / Todas, las contreras, las idólatras, / las madres incesantes, las rameras, / las que te amaron, las que te maldijeron, / las que obedientes tiran hijos / a la basura de la guerra, todas / las que ahora en el mundo fraternizan / sublevándose contra la aniquilación / Cuando los buitres te dejen tranquila / y huyas de las estampas y el ultraje / empezaremos a saber quién fuiste. / Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva, / única reina que tuvimos, loca / que arrebató el poder a los soldados. / Cuando juntas las reas y las monjas / y las violadas en los teleteatros / y las que callan pero no consienten / arrebatemos la liberación / para no naufragar en espejitos / ni bañarnos para los ejecutivos. / Cuando hagamos escándalo y justicia / el tiempo habrá pasado en limpio / tu prepotencia y tu martirio, hermana. / Tener agallas, como vos tuviste, / fanática, leal, desenfrenada / en el candor de la beneficencia / pero la única que se dio el lujo / de coronarse por los sumergidos. / Agallas para hacer de nuevo el mundo. / Tener agallas para gritar / bastaaunque nos amordacen con cañones.

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