sábado, mayo 14, 2005

La muchacha ebria - Efraín Huerta

Este lánguido caer en brazos de una desconocida, / esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres; / este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol, / huella de pie dormido, navaja verde o negra; / este instante durísimo en que una muchacha grita, / gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya. / Todo esto no es sino la noche, / sino la noche grávida de sangre y leche, / de niños que se asfixian, / de mujeres carbonizadas / y varones morenos de soledad / y misterioso, sofocante desgaste. / Sino la noche de la muchacha ebria / cuyos gritos de rabia y melancolía / me hirieron como el llanto purísimo, / como las náuseas y el rencor, / como el abandono y la voz de las mendigas.
Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido / y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas, / llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con sólo negra barba / y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza: / llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas, / de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre, / de la muchacha que una noche —y era una santa noche— / me entregara su corazón derretido, / sus manos de agua caliente, césped, seda, / sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos, / sus torpes arrebatos de ternura, / su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos, / su pecho suave como una mejilla con fiebre, / y sus brazos y piernas con tatuajes, / y su naciente tuberculosis, / y su dormido sexo de orquídea martirizada.
Ah la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido / y la generosidad en la punta de los dedos, / la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre, / como yo, escapado apenas de la violencia amorosa. / Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos, / una fecha sangrienta y abatida.
¡Por la muchacha ebria, amigos míos!

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